El Santo Padre encabezó a una misa en la Basílica de San Pedro el 10 de febrero que comenzó a las 5:30 de la Argentina y se extendió durante una hora y media. En la ceremonia, se realizó el rito de canonización de María Antonia de San José de Paz y Figueroa, quien se convirtió así en la primera mujer nacida en nuestro país en ser declarada santa.

El pueblo quechua la bautizó Mama Antula.

Quién fue Mamá Antula

Ella fue una mujer adelantada a su tiempo que nació en Santiago del Estero en 1730 y murió en Buenos Aires 69 años después.

En los albores de la patria decidió vestirse de varón y ser laica jesuita.

La rebeldía le causó represalias, fue expulsada de su casa. Se instaló en el beaterio de los jesuitas. Rechazó su apellido, renunció a la riqueza de su familia, adoptó el nombre de María Antonia de San José. Dedicó su vida a la educación de los niños, al cuidado de los enfermos y al socorro de los pobres. Hacia 1767, el rey Carlos III ordenó disolver la obra jesuítica. Desde ese momento, el trabajo social y espiritual de los jesuitas estaba completamente vedado. Fueron expulsados de los territorios de la corona española.

Sin embargo, Mama Antula perseveró en su intención de seguir organizando cursos de Ejercicios Espirituales. Su meta era llevar a Dios a donde no lo conocían. Caminó más de cuatro mil kilómetros descalza por todo el virreinato para continuar con el legado. Su misión era visitar las regiones pobres del nordeste argentino para promover los ejercicios espirituales y en apenas ocho años, consiguió ofrecer los ejercicios espirituales a setenta mil personas.

Llegó a Buenos Aires en septiembre de 1779, después de un duro viaje. El Virrey y el Obispo le negaron el permiso para dictar los cursos de ejercicios, hasta que los retiros empezaron a proliferar y alcanzaban una espiritualidad profunda entre los fieles. Los grupos crecían hasta reunir 200 integrantes. El Obispo no fue ajeno a este fenómeno y autorizó a Mama Antula al ejercicio de sus cursos. Tanto que inició la construcción de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales en la Avenida Independencia 1190.

Desde la Agencia Informativa Católica de Argentina fomentan la premisa de que es una de las madres de la patria, dado que en sus rutinas de ejercicios espirituales participaron varios próceres de la independencia, como Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga y hasta el Virrey Santiago de Liniers.

Ella murió once años antes de ese hito, el 7 de marzo de 1799 a los 69 años. Fue enterrada en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced de la calle Bartolomé Mitre de Buenos Aires, luego trasladada a la Basílica de Santo Domingo y finalmente conservada en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de Buenos Aires. A su muerte se calcula que entre setenta y ochenta mil personas se habían beneficiado de la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

 

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