«Así vivimos todos los días los vecinos de Flores, estas son imágenes de Bacacay y Argerich» dice el mensaje de la vecina que envió las fotos a nuestro medio.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las mafias son dueñas del espacio público para hacer sus negocios ilícitos. Cada metro de vereda está loteado y tarifado. No es necesario ir a las villas para observar el descontrol y la impunidad. Escenas que tienen la bendición del Ejecutivo porteño. Que nadie haga cesar el acto ilícito es una prueba de la gran complicidad del Estado .
En los barrios, la vía pública es ocupada por manteros y por transas. Las organizaciones mafiosas se reparten el territorio y conviven los «manteros» que distribuyen la mercadería ilegal (textiles, prendas de marcas apócrifas, frutas, verduras, sandwiches de salame, jugo de naranja, animales vivos, parrillas de tortillas, chorizos y paty, etc) con los «transas» y «soldados» que reparten la droga que comercializan los narcos.
La complicidad del Estado porteño con el crimen organizado es un secreto a voces. Liberan el territorio, abiertamente, para que se desarrollen contravenciones y se ejecuten delitos a cada hora. Curiosamente, no hay ningún organismo de control que actúe. El Estado «ausente» muestra que la decisión política es darle tela a la informalidad, el pobrismo y la decadencia.
Esto se replica en Flores, Constitución, Balvanera, San Cristóbal, Liniers, Pompeya, Parque Patricios, Barracas, Palermo, Retiro, Montserrat, en fin…en, casi, toda la Ciudad.
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